Los bueyes tienden ritmo
de campanas antiguas
y ojos de pájaro.
Son para las mananas
de niebla, y sin embargo,
horada la naranja
del aire en el verano.
Viejos desde que nacen,
no tienen amo.
Y recuerdan las alas
de sus costados.
Los bueyes
siempre van suspirando
por los campos de Jan
en busca del vado,
del eterno vado,
borrachos de luceros
a rumiarse sus llantos.
Dos bueyes rojos
en el campo de oro.
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