Fray Bartolome de las casas
Piensa uno, al llegar a su casa, de noche, fatigado
entre la niebla fría de mayo, a la salida
del sindicato (en la desmenuzada
lucha de cada día, la estación
lluviosa que gotea del alero, el sordo
latido del constante sufrimiento)
esta resurrección enmascarada,
astuta, envilecida,
del encadenador, de la cadena, de la cadena,
y cuando sube la congoja
hasta la cerradura a entrar contigo,
surge una luz antigua, suave y dura
como un metal, como un astro enterrado.
Padre Bartolome, gracias por este
regalo de la cruda medianoche,
Gracias porque to hilo fue invencible:
pudo morir aplastado, comido
por el perro de fauces iracundas,
pudo quedar en la ceniza
de la casa incendiada,
pudo cortarlo el filo frió
del asesino innumerable
o el odio administrado con sonrisas
(la traición del próximo cruzado),
la mentira arrojada en la ventana.
Pudo morir el hilo cristalino,
la irreductible transparencia
convertida en acción, en combatiente
y despenado acero de cascada.
Pocas vidas da el hombre como la tuya, pocas
sombras hay en el árbol como tu sombra, en ella
todas las arrasadas condiciones, la herida
del mutilado, las aldeas
exterminadas, todo bajo tu sombra
renace, desde el limite
de la agonía fundas la esperanza.
Padre, fue afortunado para el hombre y su especie
que tu llegaras a la plantación.
que mordieras los negros cereales
del crimen, que bebieras
cada día la copa de la cólera.
Quien te puso, mortal desnudo,
entre los dientes de la furia ?
Como asomaron otros ojos,
de orto metal, cuando nacías ?
Como se cruzan los fermentos
en la escondida harina humana
para que tu grano inmutable
se amasara en le pan del mundo ?
???
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